El Sectarismo Político en Venezuela: Una Herida Abierta Antes y Después de las Elecciones de Alcaldes
Las elecciones de alcaldes, a pesar de su carácter local y la promesa de centrarse en las soluciones para la vida cotidiana de los ciudadanos, a menudo se convierten en un campo de batalla donde el sectarismo político arraiga profundamente. En Venezuela, un país con una historia reciente de polarización intensa, este fenómeno no solo se manifiesta con fuerza antes de los comicios, sino que sus ecos persisten, dificultando la gobernabilidad y la cohesión social.
Antes de las Elecciones: Sembrando la Cizaña de la División
En la antesala de cada contienda municipal, el panorama político venezolano se recrudece. La polarización partidista se exacerba, no solo entre las dos grandes facciones históricas del chavismo y la oposición, sino también dentro de cada una, con divisiones y pugnas internas que buscan arrastrar a la base electoral. Los partidos, en su afán por consolidar o arrebatar espacios de poder local, construyen narrativas que van más allá de la propuesta de gestión. Se desdibujan los matices y se forjan imágenes simplistas de "ellos contra nosotros", donde el oponente es caricaturizado y demonizado.
El discurso de odio y la desinformación encuentran un caldo de cultivo fértil en este ambiente preelectoral. Las redes sociales, plataformas de mensajería instantánea y los medios de comunicación (tradicionales y alternativos) se convierten en altavoces para rumores sin fundamento, noticias falsas (fake news) y ataques personales. El objetivo no es debatir ideas, sino descalificar al contrario, sembrando la desconfianza y la hostilidad. Se fabrican escándalos, se distorsionan declaraciones y se juega con las emociones más primarias del electorado.
Esta constante embestida de desinformación contribuye a una identificación tribal con el partido o el líder. Para muchos venezolanos, la afiliación política trasciende la ideología y se convierte en una cuestión de identidad, casi de pertenencia familiar. Defender al "nuestro" se vuelve un imperativo, incluso ante la evidencia de fallas o errores. Se genera una burbuja de información donde solo se consume aquello que refuerza las propias creencias, volviendo impermeable al individuo ante cualquier crítica constructiva o visión alternativa. En los municipios de los Valles del Tuy, por ejemplo, las discusiones sobre la gestión local pueden rápidamente escalar a confrontaciones ideológicas heredadas de la política nacional, dividiendo a vecinos que antes compartían un espacio sin fricciones. y conllevan incluso a la practicas misogenas y de caracter degradativo en la cual las militancias se enfrentan como enemigos aun siendo de un mismo partido politico, la mayor parte de estas discuciones se enfrentan entre la imposicion de candidatos y la unidad para elegir uno del mismo pueblo, sin embargo muchos militantes a veces juegan a que se pierdan las elecciones y pasar los proximos 4 años achacando la derrota al equipo tal o cual, pero siempre hay una elección que los una para hacer el trabajo en equipo bajo la consigna " no es el momento para" o "pasemos la pagina".
En el peor de los casos el equipo que gana siempre va en una suerte de venganza al estilo juegos de trono en contra del equipo o los equipos perdedores, acciones que pasan desapercibidas en modelos partidistas donde partido y gobierno es uno solo y el partido no hace el trabajo de contralor de las acciones de gobierno, eso por lo general contrae el numero de militantes locales que quieran sumarse a las tareas de las comunidades tal y como lo han propuesto el camarada Chavez y el Camarada Maduro.
Después de las Elecciones: La Cosecha Amarga de la Discordia
Una vez depositados los votos y anunciados los resultados, la polarización a menudo persiste e incluso se agudiza. Para los perdedores, el resultado electoral puede traducirse en un sentimiento de marginación, de injusticia o incluso de persecución. Las bases de los partidos derrotados, que se sienten traicionadas o desilusionadas, pueden caer en un resentimiento que dificulta cualquier llamado a la unidad. Por otro lado, los ganadores, en lugar de asumir un rol conciliador, pueden caer en la complacencia, la revancha o la exclusión del adversario, profundizando la brecha.
Esto tiene un impacto directo en la gobernabilidad y la oposición. Un alcalde, independientemente de su color político, enfrenta el desafío de gestionar un municipio donde una parte significativa de la población votó en su contra. La oposición, en muchos casos, prioriza la confrontación sobre la colaboración, dificultando la aprobación de ordenanzas, la asignación de recursos o la implementación de políticas públicas necesarias. En Venezuela, donde la escasez de recursos y la complejidad de los problemas locales demandan un esfuerzo conjunto, el sectarismo político en los concejos municipales o en las comunidades organizadas se traduce en trabas burocráticas y en la imposibilidad de avanzar en soluciones.
El impacto en la ciudadanía es quizá el más lamentable. Las divisiones sectarias se trasladan de la esfera política a la vida cotidiana. Relaciones entre vecinos, compañeros de trabajo y hasta familiares se ven afectadas por la desconfianza y la hostilidad. Un consejo comunal puede dividirse irreconciliablemente por diferencias políticas, paralizando proyectos comunitarios vitales. La simple petición de un servicio público puede ser percibida a través del lente del color político, generando tratos diferenciados o percepciones de discriminación. Las comunidades dejan de verse como un todo y se fragmentan en bandos, donde la lealtad al partido se antepone al bien común.
Hacia la Reconciliación: Un Desafío Urgente
A pesar de este panorama desalentador, la posibilidad de la reconciliación y la unidad debe ser un horizonte ineludible. El papel de los líderes es crucial en este proceso. Un alcalde, al asumir su cargo, tiene la responsabilidad de ser el garante de la unidad de su municipio, de gobernar para todos, incluso para quienes no votaron por él. Esto implica tender puentes, abrir canales de diálogo, escuchar a las diferentes voces y, sobre todo, priorizar las necesidades de la comunidad por encima de las diferencias ideológicas.
Los ciudadanos también tienen un rol fundamental. Exigir a sus representantes que depongan el sectarismo, promover la tolerancia y el respeto por las diferentes opiniones, y participar activamente en la construcción de soluciones locales son pasos esenciales. Solo al reconocer que, más allá de las camisetas políticas, compartimos el mismo espacio, los mismos problemas y los mismos anhelos de progreso, Venezuela podrá comenzar a sanar las heridas profundas que el sectarismo político le ha infligido. La elección de un alcalde no debería ser el fin de una batalla, sino el inicio de una oportunidad para la construcción colectiva de un futuro mejor para todos los venezolanos.
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